El trastorno depresivo ocurre en personas de todos los géneros, edades y procedencias y afecta a casi 350 millones de personas en todo el mundo (Organización Mundial de la Salud, 2012).
La depresión es síndrome caracterizado por el decaimiento del estado de ánimo, la disminución de la capacidad de experimentar placer y de la autoestima, con manifestaciones afectivas, ideativas, conductuales, cognitivas, vegetativas y motoras, que detonan serias repercusiones sobre la calidad de vida y el desempeño social-ocupacional (Alarcón, 2005). Una visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro, contribuye a su mantenimiento (Flores Ocampo, 2007).
Investigaciones
Czernik, Giménez, Mora y Almirón (2006), realizaron una investigación con 310 estudiantes de medicina e indicaron que la prevalencia de síntomas depresivos fue del 33,44%. Género y edad no resultaron significativos. El estudio de Crespo, Cuzco Sumba y Maza Tandazo (2012), realizado con 175 estudiantes universitarios reportó que la prevalencia de depresión fue de 18,5%. La edad en la que aparece la depresión está entre los 18 – 21 años con un 60,47%.
Un estudio similar se aplicó con 140 estudiantes universitarios del área de humanidades de una institución educativa localizada en Montemorelos, Nuevo León. La metodología utilizada fue de tipo descriptiva correlacional y transversal. El cuestionario utilizado fue el Test de Zung. La muestra estuvo conformada 76.4% hombres y 23.6% mujeres, con un promedio de edad de 23.45 años. Las facultades participantes incluyeron la Facultad de Psicología, la Escuela de Música y la Facultad de Teología, del segundo al octavo semestre.
Los hallazgos del estudio reportaron que existe un nivel bajo de depresión general en los estudiantes universitarios y diferencia significativa en el nivel de depresión según la facultad y el género, no así según la edad, y el semestre que cursan.
Otras investigaciones también han reportado que la depresión se manifiesta con mayor intensidad en mujeres que en varones (Miranda, Gutiérrez, Bernal y Escobar, 2000; Arrivillaga, Cortes, Goicochea y Lozano 2004; Riveros, Hernández y Rivera, 2007; Agudelo Vélez, Casadiegos Garzón y Sánchez Ortíz, 2008), no así Barradas Alarcón (2013), quien no reportó diferencias significativas según el género.
Estudiantes
Los estudiantes universitarios son vulnerables al trastorno del estado de ánimo (Perales Quenza, 2008) y al pasar por estados de depresión, no se encuentran en condiciones óptimas para adquirir nuevos aprendizajes. La depresión puede relacionarse con diversas causas físico-emocionales, sociales e intelectuales, las cuales pueden ser pasajeras o indicadoras de un posible trastorno (Gonzáles Klentt, 2006).
Puede detonar un bajo rendimiento académico, pues el estudiante pierde el interés por el estudio debido a su malestar, el cual lo desmotiva, le inhibe cualquier deseo de progresar y le dificulta la memoria y la concentración, lo que le impide prestar atención y asimilar lo que se le enseña. Al no sentir ilusión por algo, será casi imposible acumular la energía necesaria para que las lecciones del profesor sean un estímulo.
Es preciso a nivel universitario, facilitar el seguimiento a la salud mental, a través de programas donde los estudiantes aprendan a manejar la depresión y la ansiedad y controlar el estrés académico, mediante un estilo de vida saludable, practicando hábitos que promuevan una alimentación sana, beber agua natural, realizar actividades físicas, mantener una actitud positiva, ejercitar el autocontrol y descansar adecuadamente, que contribuyan en la prevención de trastornos psicológicos. Así los estudiantes se desarrollarán de manera integral y lograrán un bienestar físico, mental, espiritual y social óptimo que repercutirá en su rendimiento escolar, ya que su desempeño académico está ligado a su estado emocional (Osornio Castillo y Palomino-Garibay, 2009) y mediante el debido uso de la voluntad, cambiará enteramente la conducta (White, 2012).
Nota: Artículo escrito y publicado en Español
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