En la primera parte de esta exploración, identificamos los cuatro pilares de la educación: obediencia, dominio propio, respeto y reverencia. Vamos a elaborar más sobre la obediencia y el dominio propio y cómo se relacionan con la educación adventista.
Obediencia:
Los padres y maestros conscientes de su responsabilidad ante Dios y ante la sociedad deben preocuparse por enseñar a obedecer a los niños y jóvenes; mientras más temprano se empiece, mejores resultados se obtendrán y con menos tropiezos en el desarrollo del carácter. Enseñar a obedecer a un niño es una tarea ardua en la que se requiere oración, planeación y estudio del temperamento de cada individuo. “Una de las primeras lecciones que necesita aprender el niño es la de la obediencia. Se le debe enseñar a obedecer antes que tenga edad suficiente para razonar.” (White, 1988).
Algunos beneficios de la obediencia:
- La felicidad y la vida depende la de la obediencia.
- La voluntad de Dios es la ley del cielo: aprender a amar y a obedecer es su ley.
- La prosperidad temporal y espiritual han sido prometidas a condición de que se obedezca la ley de Dios. (Levítico 26: 3 – 6).
- El futuro bienestar del niño requiere una disciplina constante, bondadosa y amante pero firme.
- Debe inculcarse la obediencia como un hábito, mediante esfuerzos amables y persistentes.
- La obediencia a los padres conduce a la obediencia a Dios.
El dominio propio:
Para obedecer las normas que la sociedad impone con la finalidad de tener una mejor convivencia entre los seres humanos y para presentarse como hijos fieles a Dios, se debe aprender otra de las grandes lecciones: el dominio propio. Pero, ¿qué se entiende por dominio propio? El Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, presenta el significado de autocontrolque sería lo más cercano: “Control de los propios impulsos y reacciones”. Para complementar, se puede deducir que es refrenar la pasión y las malas tendencias como el egoísmo, la ira y la testarudez para someterlas a la voluntad de quien ya recorrió el camino y a la sabiduría del Creador. El gran desafío de hoy para los agentes educativos (padres, maestros y líderes religiosos) no solamente es el por qué o para qué; además, es el cómo enseñar el dominio propio. En la definición está parte de la respuesta a la que se añade dos aspectos más: primero, el ejemplo diario. Vivir con autorregulación es de suma importancia sin olvidar el otro aspecto determinante: enseñar por precepto. “… Mantengamos siempre delante de nosotros el Modelo perfecto. Es un pecado hablar con impaciencia o mal humor, o sentir ira – aun cuando no hablemos… Hablar palabras airadas es como golpear un pedernal contra otro pedernal: inmediatamente surgen las chispas de los sentimientos airados.” (White, 1988).
La obediencia y el dominio propio son de suma importancia para la educación de un niño. Sin embargo, hay dos pilares más de la educación adventista que forman la base del carácter. En la tercera parte, veremos estos otros dos pilares.
Referências:
- White, Elena G. de (1988). Conducción del Niño. Pacific Press Publishing Association. México.
- White, Elena G. de (1988). La Educación. Pacific Press Publishing Association. México.
Nota: Artículo escrito y publicado en Español.